martes, 20 de marzo de 2012

Vals en La Menor - Chopin

Es rubio, pequeño y lleva gafitas rojas.Tiene 7, 8 ,9 o 10 años. No soy nada buena adivinando las edades de los niños, pero no importa. Irrumpe en la sala donde yo me peleo con el desecho de piano que la escuela nos presta para practicar antes del examen. Se sube las gafas, respira, respira, se sube las gafas, y me mira.
Me dice que tiene clase, le digo que yo también tengo clase. Me mira, se sube las gafas.
Me hace gracia porque se parece a mi cuando tenía su edad (sea la que sea). Sonrío y le explico el protocolo de exámenes. De pronto se acuerda, los nervios, me dice. A mí también me pasaba eso.
Le pregunto qué es lo que va a tocar, me enseña el libro. Es una de esas que todo estudiante de piano ha tocado alguna vez en su vida.Es una partitura fácil, pero un poco aburrida, le digo.  Él me responde que va a tocar otra más bonita. Que la va a tocar de memoria.
Hay dos clases de genios en la Escuela. Los que tocan más de una canción en el examen y los que tocan de memoria. Se lo digo y se ríe y se sube las gafas. Me cae bien
Me pregunta si quiero escucharla. Claro que quiero.
Es una canción normalilla. Bonita pero simple, un pelín repetitiva, cortita y con una armonía algo insulsa. Le digo que está bien y le pregunto de quien es.
Es suya. La ha inventado él. Él, que tiene 7, 8, 9 o 10 años.
No sé que decirle, así que le digo lo que voy a tocar yo. Me pide que la toque. La toco. Me equivoco más de 15 veces, mínimo. Él se ríe un poquito y me desea suerte para el examen. Que cara tiene.

Entro en la sala en la que él se pelea con la bazofia de piano que la escuela nos deja para practicar antes del examen a buscar el abrigo. Me pregunta qué tal. Mal, le digo. No pasa nada, dice. Y yo me subo las gafas.
Antes de irme, me pide que le deje la partitura, para sacar una fotocopia. Para cuando pueda tocarla. Le digo que cuando él toque así no necesitará fotocopiar partituras porque compondrá mejor que Chopin.
Mejor que Chopin nunca, me dice mientras entra en la sala del examen. Toca la partitura aburrida, y luego la suya. No se equivoca ni una sola vez. No habla. Se sienta, toca, se levanta y sale por la puerta con una sonrisa triunfante. Mejor que Chopin y que Mozart y que quien tú quieras, Adri.

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