domingo, 24 de febrero de 2019

Niña de la selva - Ombligo

Hay una cosa que pasa a veces cuando escalas que es que te descubres en un sitio del que no sabes cómo salir. Un sitio incómodo.

Las manos agarradas a un resquicio de roca, un pie apoyado en un saliente pequeño, el otro flotando cerca de la pared. Buscas con los ojos y las manos y no hay nada seguro y cerca. Nada.
Pero no puedes quedarte ahí, agarrada a la nada, mucho más tiempo, tampoco.

Normalmente, en estas situaciones descubres de pronto un hueco o un saliente. Una muesca grande, manchada de magnesio. Un clavo ardiendo, vaya. La huella en el camino de aquellos que vinieron antes que tú.

Está ahí, segura y cómoda. Casa.

Pero para llegar tienes que soltarte de la minucia donde estás. Claro.
Porque el refugio está lejos.
Entonces hay que saltar. Y entonces saltas. Y entonces puede ser que te agarres y todo bien y venga, a seguir.
Pero puede ser también que no llegues al refugio. O que llegues y no lo agarres. O que lo agarres y se te resbale la fuerza. Y hala, al vacío contigo.
A esta cosa de caerse después de saltar que pasa a menudo en escalada se le llama volar.
Y es precioso de ver pero difícil de hacer. Claro.

Ocurre también otra cosa. Una más. Y es que en cuanto ves, en cuanto sabes, que hay eso allí, que tienes que ir allí, hay que hacerlo. Porque cuanto más tiempo pasas en el resquicio más cansada estás, más tensos tus brazos, más te duele el pie que sujeta todo tu miedo. Puede pasar, incluso, que tus dedos suden y tus piernas tiemblen y hayas pasado demasiado rato atada a nada y entonces te escurras. Sin más. A eso de escurrirse sin más en la vida en general y en la escalada también se le llama caerse.

Pasa otra cosa más todavía. La mejor. Y es que si no vuelas, te caes. Siempre. No hay otra. No hay más salida que el valor. No se puede huir si no es hacia delante.
Y si no arriesgas, pierdes. Siempre.

Yo me he caído muchas veces. Pero no he volado nunca.
Ya ves.
Me da miedo.

Os iba a poner un video de Adam Ondra escalando. Pero no he encontrado ninguno en el que lleve casco, y me he imaginado una conversación futura con mi madre sobre lo peligrosísimo que es escalar y ten cuidado. Así que nada de Adam Ondra.
A cambio os dejo una canción que me hace feliz. Sin más. Adam, ponte casco, porfa. Que no te cuesta nada. Que te lo regalan, seguro.