domingo, 4 de diciembre de 2016

Nadie podrá con nosotros - Quique González

El Hombre Ocupado ronca.
Ronca poco, el Hombre Ocupado, en realidad. Ronca menos de lo que yo le digo que ronca. Yo se lo digo porque cuando le digo oye, roncas, él se ríe. El Hombre Ocupado se ríe como si se le cayera la risa. Como si no se esperara él que le fuera a tocar reirse, en esa vida ocupada que lleva.
El Hombre Ocupado se ríe poco pero se ríe bonito.

A veces, cuando el Hombre Ocupado ronca, yo escribo. Escribí dos cosas que ganaron cosas, mientras el Hombre Ocupado roncaba. Lo que quiere decir que gano dinero gracias a que él ronca. Se lo digo a veces, y se ríe como si se le cayera la risa.

El Hombre Ocupado está convencido de que algún día dejará de serlo. Que un día se levantará por la mañana y será el Hombre que ve el Señor de los Anillos, el Hombre que Sube Montañas o el Hombre que no Madruga los Sábados. Y es gracioso, porque se lo cree de verdad. Y es bonito, porque cuando lo dice, me recuerda a una canción de Quique González que me gusta mucho. La gente que se parece a canciones es bastante mágica.

El Hombre Ocupado está ocupado, pero es mágico. Podría haber dejado de serlo, hay mucha gente demasiado ocupada como para seguir intentando ser mágica. Pero él, uy él, él es cabezota y testarudo y fuerte.
Por eso, el Hombre Ocupado se ha guardado su puntito debajo del ojo, su mitología griega, sus mañanas de domingo y esa risa que deja caer de vez en cuando, sin que él se lo espere. Lo ha guardado muy adentro y a veces le cuesta sacarlo, pero está ahí. Yo lo sé, él lo sabe.

Quizás por eso está aún convencido de que un día dejará de estar ocupado. Quizás por eso tiene tan claro que en realidad qué más da.
Qué más da ser un hombre ocupado, siempre que seas capaz de guardar una pizca de magia debajo del ojo.

Qué más da que el Hombre Ocupado ronque, siempre que yo pueda escribir a su lado mientras él cumple años.


miércoles, 26 de octubre de 2016

A ti, que te fuiste antes de tiempo. 

Supongo que te gustaría saber que ha vuelto la lluvia, que el mar es gris y que se nos come diciembre. Supongo que sonreirías, si alguien te lo contara. Que he crecido y me he cortado el pelo, que sigo mordiéndome las uñas y que hay por fin alguien que, de momento, me quiere.
Supongo que te dolería saberlo. Que el mundo gira, los polos se derriten y los muros son más altos. Y que el cielo está cada día más lejos de la Tierra. Imagino que te mataría si alguien te lo dijera.
Que todo es como fue pero sin ti. Que nada ha cambiado y todo sigue igual, pero más feo. Aún. Que por eso ahora la vida es nada y Navidad poco más que quince días sin clase. Y que quizás este año nieve, si hay suerte. Y que, como imaginas, no la habrá.
Puede que no te alegre saberlo, pero esta tarde el frío me metió las manos en los bolsillos de tu abrigo negro grande, yo no quería, créelo. Pero lo hice y encontré un mechero. Amarillo. Tuyo. De ti que no fumabas, decías. Había también restos de papeles y el envoltorio de un caramelo de menta. He pensado que a lo mejor sería bueno que supieras que lloré un poco y reí bastante. Que aún huele a ti ese montón de tela sintética y oscura. Que, por otra parte, es todo lo que me queda.
Supongo que no te gustaría saber que me duele quererte.
Imagino que odiarías que alguien te lo contara.

Y aún así, quién pudiera hacerlo.

Texto Ganador del XXII Concurso de Literatura Epistolar de Calamocha (que está en Teruel)

domingo, 3 de julio de 2016

Apenas sé nada de la vida - Ismael Serrano

Creo que ha llegado el momento de reconocer que estudiar cuatro años en la otra punta de Madrid me ha enseñado cosas.
Y que no han sido las esperadas pero tampoco han sido pocas.
Y que son estas.

que gente distinta puede llevarse bien si no habla de los temas de los que no hay que hablar.
que no me queda mal el pelo corto.
que no deberías ponerle un freno rígido a una tirolina muy inclinada.
que dentro del andaluz, también hay acentos.
que las apariencias son unas malditas embusteras.
a escribir sin mirar.
a creer a quien me quiere. A confiar.
a pasear a un perro.
que un fracaso después de una tonelada de esfuerzo, es un éxito. Que quedar segundo es ganar.
que las vallas no se saltan, se pasan.
a ponerme las lentillas en el Metro.
a montar una tienda de campaña.
que siempre caben más cosas en la mochila.
quienes fueron los nueve integrantes de la Comunidad del Anillo.
a cocinar pasta, arroz, ensaladas, tortillas y filetes a la plancha.
que la gente feliz hace feliz a la gente.
a partir manzanas por la mitad con las manos (pero no me sale del todo bien).
que sólo haces el ridículo cuando crees que eres ridículo.
el orden de paradas de la línea C7 de Cercanías, y el de media línea gris de Metro.
a beber café.
a hacer rastas.
a decir "hola, buenas tardes, quiero un kebab grande con patatas, por favor" en búlgaro.
que por mi seguridad, está prohibido fumar en el recinto de la estación. Que, por mi seguridad, está prohibido cruzar las vías, que utilice los pasos habilitados.
que mujer, estudiante, proletario, si no luchas, nadie te escucha. Y que cuando luchas te votan en contra.
que La Raiz, Extrechinato y tú, Izal y Bongo Botrako son grupos que molan.
a hacer índices automáticos en Word.
que me gusta mucho escalar.
que madrugar mucho me deja tonta. Que no compensa.
que apenas sé nada o casi nada de la vida.




viernes, 22 de abril de 2016

Virgen de la amargura - Joaquín Sabina

Te vas cuando empiezas a despedirte.
Te vas una mañana lluviosa, repetida, vivida ya mil veces, en la que te ves mirar las cosas con ojos de hasta nunca.

Cuando echas de menos lo que aún tienes. Cuando tienes nostalgia de ahora. Ahí te vas.

Cuando te descubres imaginándote en otro sitio. En un lugar que no se define por nada, porque nada lo hace distinto a este en el que ahora estás, excepto que no es este. Porque es otro.

Porque te vas.

Empiezas a irte un poco cuando sonríes en ese entonces en el que aún no estás. Pero estarás. Te irás cuando te preguntes si serás feliz en quien sabe dónde. Cuando dudes y temas y quieras pero no quieras marchar.

Cuando la despedida te duela. Cuando añores ese autobús frío, lento, siempre con retraso, siempre lleno en el que ya no viajas.

Cuando ya no puedas quedarte. Porque te habrás ido.

Siendo esta una canción de Sabina que, sin que sirva de precedente, bah.