jueves, 23 de mayo de 2013

Frágiles - Zahara

Hay una chica que corre.

Antes de correr, era una chica que caminaba por la calle, tranquila, despacio, acariciando con la punta de los dedos la pared que pasaba a su izquierda, sonriendo sin querer, disfrutando del día que había decidido vivir.

Pero de pronto, corre. Corre esquivando peatones y cruzando semáforos en rojo. Corre sin mirar hacia donde corre, sin buscar nada. Sin huír de nada. Corre y no para. Normalmente la gente corre para huír de algo o para alcanzarlo. Corremos desde algo o hacia algo. Pero ella no. Ella simplemente avanza.

Corre como si no fuera a detenerse nunca.

Saúl la observa desde la ventana mientras escucha como su corazón se acompasa al de la chica que corre. Ha presenciado todo el proceso y ahora la ve correr con tantas ganas, derrochando tanto oxígeno, brillando con tanta fuerza, que no puede evitar desear alcanzarla.

Correr con ella y descubrir la ciudad a su paso. Subir cuestas al ritmo de sus pies, bajarlas dejando que el corazón se desboque y el pecho llore de emoción. Atravesar el mundo. Y no cansarse nunca.

Pero no lo hace. ¿Cómo va a hacerlo? No. Apoya la cabeza en el marco de la ventana y cuelga la mirada en ese punto inexacto del horizonte en el que la ciudad acaba y el universo comienza.

Y espera paciente a que la chica que corre desaparezca en su avance hacia el infinito. Escuchando correr a su corazón, que sueña que vuela.

domingo, 5 de mayo de 2013

Hasta que se acostumbre a la oscuridad - MClan

Empatía. Empatía es una palabra curiosa.

Empatía es comprender que cuando gritas a alguien, hay una persona que está siendo gritada. Empatía es comprender que cuando estás siendo gritado sin merecerlo, hay alguien que necesitaba gritar y no ha podido hacerlo frente a la persona adecuada. Y te ha tocado a ti ser empático.

Empatía es aceptar que todo el mundo, siempre, es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Y en base a esta máxima, empatía es no mirar feo a los desconocidos en el Metro, confiar en consejos ajenos y evitar pitar al coche que lleva media hora parado en la entrada de la rotonda.

Empatía es inventar escusas para los errores externos y evitarlas ante los internos. Empatía es tener una imaginación desbordante, una inocencia mayúscula y una confianza ciega en el ser humano.

Empatía es comprender que no soy el único ser sobre la Tierra, que no eres el único ser sobre la Tierra y que no somos, si seremos, ni hemos sido, los únicos seres sobre la Tierra.

Empatía es llorar cuando otros lloran, reir cuando otros ríen, sentir lo que otros sienten. Empatía es ese mensaje precioso que comparten todas las religiones. Ponerse en el lugar del otro. No hacer a los demás lo que no te gusta que te hagan a ti.

Pero empatía quiere decir también algo mucho más precioso. Haz a los demás lo que te gusta que te hagan a ti. Sujeta la puerta al que va detrás, deja salir antes de entrar, di "qué bien lo has hecho", di "estoy orgullosa de ti", di "te quiero", no tires comida en el mismo planeta en el que otros seres humanos mueren de hambre, no hagas ruido mientras otros duermen, no andes por el medio de la acera, no te pares en el carril rápido de las escaleras mecánicas, di gracias, por favor, lo siento, buenos días, sonríe. Y si alguien no hace lo que te gustaría que hiciera, recuerda que es inocente hasta que se demuestre lo contrario, inventa mil excusas para él y sus errores.


Empatía. Todo eso quiere decir empatía, porque es una palabra increíble, pero no lo dice. Porque no existe. Es una palabra inventada, como centauro o democracia, que nació para nombrar algo que no hay, pero que molaría que hubiera. Pero estamos más cerca de que corran centauros por Sierra Nevada que de que empatía diga algo de todo eso que quiere decir. Y es una pena, porque el mundo con centauros sería curioso, pero con empatía sería perfecto.