domingo, 23 de noviembre de 2014

The blower's daughter - Damien Rice

-Saúl - susurró mirándolo de reojo

Él se giró y la vió allí parada en medio de las olas, con el agua por las rodillas y cara de querer meter las manos en los bolsillos. Había dejado la sonrisa en la arena junto a la camiseta y las zapatillas.

La vió allí parada en el infinito y le pareció más frágil que nunca. Más pequeña y más blanda, más niña y la vez más mayor. Le pareció de pronto profundamente adulta. Y eso le entristeció un poco.

Abril miraba el agua, que subía hasta cubrir la mitad de sus muslos y volvía a bajar, regularmente. Acariciaba el mar con la punta de los dedos. Él la miró y pensó en lo mágico que era que alguien pudiera acariciar el océano entero con la yema de los dedos de una mano.
Ser capaz de sentir dos tercios de la superficie terrestre en unos pocos centímetros de piel.

-Saúl - insistió

Había sacado los ojos del mar y lo miraba a él, fijamente.
Gris niebla y marrón miel. El mundo se equilibra un poco cada vez que unos ojos que preguntan encuentran unos ojos que responden.

Saúl la miró y preguntó. Y Abril contestó. Con una sonrisa fría naciendo en los labios y los dedos acariciando el océano. Enterrada en agua hasta las rodillas.

-No sé nadar


domingo, 16 de noviembre de 2014

Fare Thee Well - Oscar Isaac (BSO Inside Llewyn Davis)

A veces hay cosas que no entiendo.
Por ejemplo.

Abanicos. ¿Por qué mover el aire hace que esté más frío?
Traer y llevar, ir y venir. ¿De verdad es tan importante para el mundo saber si yo estoy o no en el lugar al que se desplazan los objetos y las personas?
Lapidación. ¿Cómo una palabra tan bonita puede significar algo tan tremendamente horrible?
Felicidad. ¿Es normal que se me atasque un poco la lengua al pronunciarla?
Nieve. ¿Por qué es blanca?

A veces hay cosas que pasan por encima de todos mis esquemas y me revuelven los apuntes. Cosas que se esconden en una esquinita, en algún lugar perdido de mi mente donde casi siempre llueve y solo es primavera uno o dos días al año. Y no las entiendo.
Por ejemplo.

El saque de mano baja de voleyball. ¿Por qué después de 5 años aún no soy capaz de hacerlo bien?
Dinosaurios. ¿Por qué se extinguieron en lugar de transformarse en dragones?
Árboles. ¿Cómo hacen para comer cuando se les caen las hojas?
Palomitas de maíz. ¿No es acaso magia que haya algo tan blanco y tan blando dentro de algo tan pequeño y tan duro?

Hay un puñado importante de mundo que de verdad que se me escapa.
Quizás porque brilla demasiado rápido.
Quizás porque gira demasiado fuerte.
O viceversa

Por ejemplo.
Yo.
¿Por qué no puedo parar de morderme las uñas? ¿Por qué siempre tengo hambre? ¿Por qué me duele el oído derecho cuando empieza el frío? ¿Por qué me gusta la Navidad si no me gusta la Navidad? ¿Por qué ya no me acuerdo de lo que sueño? ¿Por qué nunca soy capaz de elegir bien a la primera? ¿Por qué me da tanto miedo todo?

A veces pienso sobre ese porcentaje del universo que no entiendo, sobre si se estará haciendo más grande a medida que yo también lo soy, o si he conseguido reducirlo un poquito. Sobre qué preferiría que pasase. Sobre qué es mejor y qué me haría más feliz. Sobre por qué esos dos conceptos casi nunca van juntos. Lo mejor y lo feliz.

Y no sé. No suelo llegar a ninguna conclusión.
Y creo que tampoco me preocupa demasiado.

La música no tiene absolutamente nada que ver con el texto. Nada de nada. Pero hace unos días vi "Inside Llewyn Davis" y llevo todo este rato con la canción en la cabeza. Y es que es bonita. 

lunes, 3 de noviembre de 2014

Across the universe - The Beatles

Ella llevaba un gorro de paja viejo que habían encontrado el día anterior semienterrado en la arena y que aún olía a mar. Escribía con esa letra apretujada que tanto había intentado corregir su profesora de primaria, en un cuaderno verde pequeño. Las páginas estaban algo húmedas y el lápiz empezaba a quedarse sin punta.

Él conducía felizmente tranquilo. 

Cuando llegaban a un cruce, él paraba a un lado de la carretera y ella levantaba la vista del cuaderno. Y desplegaban un mapa enorme de colores. Cruzado de líneas rojas y amarillas que bailaban alrededor de la mancha azul irregular del centro. Desplegaban el mapa, juntaban las cabezas y seguían la línea amarilla con el dedo hasta el cruce y dejaban los dos dedos ahí, juntos. 

Y entonces decidían qué camino cogerían. Y era fácil porque siempre estaban de acuerdo.
Cerraban el mapa y él arrancaba el coche y tenía que hacerlo varias veces porque el motor ya contaba varios veranos de más. 

Y ella silbaba entre dientes y abría el pan y lo untaba de mermelada de melocotón. Y merendaban con el viento en los labios y las pupilas fijas en el camino. En algún punto impreciso entre la tierra y el mar. 

Juntos. 
Y todo lo demás les daba bastante igual.