martes, 18 de diciembre de 2018

y no lo entiendes

No sé cómo explicarte el miedo.
Las ganas de llorar, la rabia, el nudo en la garganta, las manos frías. El miedo.
No sé cómo explicarte que existo con la certeza de que si estoy viva, si sigo viva, es sólo porque no me ha matado nadie. Que no dependo de mí.

Que le temo más a las personas que me rodean que a la guerra, el cáncer, la contaminación de Madrid. No sé qué te da miedo a ti, a mí me das miedo tú.

Porque sé, he aprendido, y no soy capaz de olvidar, que vivo en un mundo que no es mío. Que no es mío porque es vuestro. Y yo, bueno, yo estoy de prestado.

Y lo sé. Por eso este miedo que tú no entiendes aunque lo veas. Por eso gritamos y lloramos y salimos a la calle y nos quejamos. Y da igual. Nos siguen matando.
Porque no hemos conseguido que lo entiendas. Porque no se puede explicar el miedo.

Yo no sé aunque quiero explicarte cómo es saber que no te perteneces. Que no me pertenezco.
Mi vida no es mía. Mi cuerpo no es mío. Mi seguridad no es mía. Ni mi libertad. Ni mi muerte.

Pero necesito que lo entiendas. Porque hasta que no lo entiendas seguiremos siendo "halladas sin vida". Hasta que no entiendas que nos matan nos seguiremos muriendo.

Hasta que no temas tú también que yo no regrese. Que ella no vuelva.
Hasta que no te duela a ti cada muerte y cada "desaparecida". Hasta que no seas capaz de aceptar que nos mata el silencio. Las excusas. Las justificaciones.

Hasta que no sientas el miedo una tarde normal soleada de domingo. Una mañana, un martes por ejemplo, yendo en metro a trabajar. Una noche, al bajar del autobús en la última parada.

Ojalá llegue el día que lo sientas, el miedo crónico. El miedo a morir en cualquier momento. A salir a la calle y tener la desgracia de gustarle a alguien. O de no gustarle. El miedo a que te maten por ser.
Sin más. Cada día, todos los días.

Ojalá pudiera explicarte el miedo.
Porque el día que lo entiendas a lo mejor deja de molestarte tanto que te tenga miedo y empiezas a exigir que dejen de matarnos.

"Cuando sangres lo entenderás.
Y digo, cuando sangres lo entenderás
porque ves sangrar
y no lo entiendes"
Antonio Díez

sábado, 13 de octubre de 2018

Nuvole bianche - Ludovico Einaudi

Nadie te avisa de eso. Todo el mundo lo sabe pero nadie te lo dice. Y hay un día que las golondrinas no vuelven. Por lo que sea.
No vuelven. 
Y entonces qué.

Han cerrado el Angelcar. El Angelcar tenía un escaparate bajito que quedaba a la altura de los ojos si tenías seis, siete, ocho años y en el que vivían figuritas de plástico de casi todos los personajes Disney. Estaba Robin Hood. 

Lo saben todos. Por eso nadie te lo cuenta. Lo sabía yo también, pero no lo dije. No te atreves a decir esas cosas. Por si acaso. Por si acaso qué, si al final. Al final cierran el Angelcar y las golondrinas no vuelven y otro septiembre más que no llueve prácticamente nada. 
Y parece que además de a Robin Hood también nos hayan quitado un mes de invierno. 

Vive cerca del Angelcar una muchacha con el pelo oscuro y los ojos negros que iba conmigo al colegio. Nos encontramos a veces en el autobus, en la compra, pesando naranjas. Nos gusta saludarnos y sonreirnos, aunque no nos conozcamos ya. 

Está también el escenario en el que tocaba el piano de pequeña, con los pies colgando de la banqueta. Con miedo a todo. Subía yo a esa banqueta vestida totalmente del todo de miedo. Solo miedo. Era una banqueta pequeña en realidad. Es un pueblo pequeño. 

No hay nadie tan valiente como para decirte que quizás dejes de tocar el piano un día, que se irán las golondrinas, que van a cerrar el Angelcar, que saludarás con los ojos y la voz a una chica a la que ya no conoces apenas. Que todo se acaba, todo se cierra, todo se va. 

Pero el miedo no, maja. El miedo es tuyo, el miedo te lo quedas. Hay un día que te vistes de miedo y ya para siempre. 

Y a lo mejor un día encuentras de nuevo un escaparate con la figurita de Robin Hood, a lo mejor vuelves a sentarte al piano y descubres que con los pies apoyados en el suelo todo es un poco más fácil, a lo mejor octubre se llena de lluvia y de viento y hace invierno por fin. Puede. A veces vuelven las golondrinas. 

Pero tú vas a seguir vestida de miedo. Gorro de miedo, bufanda de miedo, zapatos de miedo. Los zapatos de miedo son lo peor, todo el mundo lo sabe. Porque aprietan y hacen herida y por eso a los niños no les gusta llevarlos. Pero aunque todo el mundo lo sabe, como nadie se atreve a decirlo, nos los ponemos. Pontelos, ponselos. Y entonces qué. 
Ahora qué.

Ahora no somos más que un puñado de golondrinas atadas al suelo.
Ahora no sirve de nada que todo el mundo lo supiera. Que nos lo imagináramos un poco.
Porque han cerrado el Angelcar. Y Robin Hood envejece detrás de un cristal. Y hay un cartel que dice "se traspasa" y a mí no me sale el estudio de Chopin que tocaba con los pies flotando en el aire. 
Y es que ahora ya da igual.
Porque ya no podemos volver.

Para P. Encontraremos cómo hacerte volver. Estoy segura. 

lunes, 17 de septiembre de 2018

A beggining song - The Decemberists

Una pequeña vida feliz.
A lo mejor solo quiero eso. Vivir sin más, poco a poco. Paso a paso.

A lo mejor solo quiero un trabajo fácil, simple, donde se sonría de vez en cuando a gente pequeña y sencilla. Algo a menos de media hora de casa. A lo mejor me basta con ir a trabajar en bici, o andando con el desayuno a medias en la mano.

A lo mejor lo que quiero es una casa ridícula, pequeñísima, prestada. Que me cueste menos de lo que gano cada mes. Una casa donde solo quepa yo. Yo y un perro marrón. Tan solo una casa con una ventana y una mesa. Y que me quede un poco de dinero y un poco de ganas y un poco de tiempo al final de cada mes para viajar un pelín. Un pelín solamente.

A lo mejor me apetece tener cinco (o seis) muy buenos amigos. Y ya. Y ninguno más. Cinco o seis o siete personas sencillas y buenas que me miren y me vean como soy. Quizás invitarlas a casa y hacer pizza con las manos, a lo mejor ver Robin Hood juntos, puede que conducir al mar. Poco más, nada más.

A lo mejor alguien que sonría mucho y sea feliz que me acompañe cuando subo a las piedras. Que me mire desde abajo y que extienda los brazos cuando caiga para parar mi espalda con sus manos. Alguien que me enseñe a tocar "Que tinguem sort" con la guitarra. Alguien que cante bonito. Quizás, a lo mejor, alguien que también tenga miedo a volar en avión.

Puede que solo quiera eso.
Una sencilla vida feliz. Y poco más.
Nada más.

A lo mejor por eso es tan difícil.



jueves, 28 de junio de 2018

Tendresa insubmisa - El Diluvi

Cómo tiene que estar de roto el mundo para que vivir sea alzarse en revolución.
Cómo tiene que ser de gris una sociedad que se enfrenta al arco iris.
Que lo oculta. Que lo niega.
Y que lo teme.

Cómo tiene que ser de oscuro vivir ocultando el arcoiris que te crece por dentro.
El arcoiris que tú también llevas por dentro. La purpurina, la música.
Las manos, la risa, los labios.
Nuestro arcoiris.
Cómo tiene que ser de horrible vivir ocultando la vida.
Vivir temiendo la felicidad ajena. Vivir escandalizado por la vida.

Cómo de complejo debe de ser crecer en un cuerpo que no te acompaña, caminar desde unos ojos que no acaban de ser los tuyos, saber que te miran como no eres.
Cómo de valiente, cómo de grande, cómo de fuerte abrir las ventanas, las puertas, las manos, los labios.
Desplegarse en risa y en vida y en voz y en grito.
Desplegar tu arcoiris y sonreirle al mundo gris que te niega como eres.
Cómo de revolucionario el sencillo gesto de vivirse de lleno.

Cuánto te mereces estar orgullosa. Orgulloso. Cuánto os merecéis el orgullo que os nace de dentro, que crece y que envuelve y que protege vuestra esencia.
Cuánto amo vuestra sonrisa, vuestros labios, vuestra risa.
Cuánto de orgullosa estoy de vosotros. De vosotras que hacéis revolución cada día.
Que liberáis jilgueros desde las barricadas, que habéis llenado de jazmin los muros.

Gracias.
Porque de vuestro orgullo nace nuestra libertad.
Porque en vuestro arcoiris se refleja la luz que esta sociedad gris esconde.
Porque vuestra ternura insumisa nos hace grandes.

Gracias, y ánimo.
Porque lo estáis logrando. Y lo vamos a lograr juntas. Porque está ahí, lo sé. Lo veo a veces.
Lo veo en la calle llena de colores y en esos ojos que brillan porque llevan el arco iris dentro.
Está a punto. Porque cada vez son más. Cada vez somos más.
Las personas que comprendemos que amar, vivir y ser, son sinónimos.
Y que la libertad es lo único valioso que podemos dejar a los que vienen después.

La libertad y el orgullo de ser, de amar y de vivir.

Feliz y orgulloso 28 de junio

domingo, 24 de junio de 2018

Rise - Eddie Vedder

Este año más por necesidad de mantener las cosas en pie que por voluntad de disfrutarlas:

Cosas que hacer este verano:

Jabón. Suficiente como para no volver a contaminar la Tierra y el Mar con químicos de colores.
Ir a Polonia. Hacer amigos ahí, ser feliz ahí, bañarme, hablar inglés, volver mejor.
Escalar. Mucho, tener heridas en las manos, la espalda fuerte, esas cosas.
Dormir en el campo.
Bañarme en el mar mogollón.
Organizar un poco la vida de Abril.
Organizar un poco mi vida también.
Dejar de verdad de morderme las uñas ahora que ya sé que soy capaz.
Recuperar el piano. Establecer con él una relación estable pero holgada con espacio para ambos.
Plantar un árbol y que el árbol crezca.
Pintar camisetas.
Volver a ver a Winnie.
Ir con Silvia a hacer barranquismo.
Ver un gallipato.
Conocer música nueva, que me guste tanto como la que ya tengo.
Acabar de leer "Mirall trencat", que se me está haciendo más largo de lo que debería.
Caminar descalza siempre que no sea imposible.
Ser feliz un poco.