Julio sonrió y enfiló el camino a casa.
Abril no preguntó si podía acompañarle porque pocas veces preguntaba cosas que ya sabía. Simplemente se puso a su lado y caminó junto a él.
Y hablaron de cosas. Porque es lo que se hace cuando se camina al lado de una persona. Hablaron del tiempo y de ese partido de fútbol que alguien había tenido que perder para que otro alguien ganara, y del futuro y un poco también del pasado. Y después, dejaron de comportarse como la gente que no eran y hablaron de las nubes y del viento, y de los ojos marrones del hombre que pedía en la puerta del Metro y de cómo la Luna sonríe más en invierno que en verano, precisamente porque en invierno hace más falta. Y de esos perros pequeños que ladran detrás de las verjas. Y de los sueños.
Y Abril explicó lo que había soñado la noche anterior y Julio sonrió educadamente y al final hizo un par de preguntas. Y entonces Abril le preguntó a él qué había soñado.
Y él se paró en el medio de la acera y levantó sus ojos negros hacia ella y murmuró:
-Yo no sueño cosas.
Y había tanta sinceridad en esas palabras, y era tan horriblemente triste aquello que Abril le tendió la mano y Julio se la cogió.
Y continuaron caminando en silencio hasta casa. A cero centímetros de distancia.
Y continuaron caminando en silencio hasta casa. A cero centímetros de distancia.
Ojo. Porque la entrada puede estar más o menos bien y más o menos mal.
Pero en esta canción, Coque y Alondra hacen magia.
Pero en esta canción, Coque y Alondra hacen magia.
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