Será fea. Y fría como sólo las cosas horribles pueden serlo. Será pesada y muy incómoda, tanto que cuando la lleve no podré levantarme y me costará correr rápido. Tanto que no creo que pueda volver a volar, por muy fuerte que sople el viento. Por muy de par en par que abra las ventanas.
Y será cara. Costará mucho. Mucho esfuerzo, muchas lágrimas y mucha rabia. Hace falta acumular mucha rabia para poder construir una buena coraza. Pero valdrá la pena.
Será una coraza fea, fría, pesada, incómoda y cara, pero me la pondré. No saldré de casa sin ella. No saldré de la cama sin ella. Quizás incluso no me la quite nunca. No importará, este tipo de corazas son casi inoxidables.
Estoy trabajando en una coraza. Muy dura por fuera y muy gris por dentro. Impermeable y un poco punzante. Que me separe del mundo y que me oculte de él. Que reciba los golpes y no se abolle nunca. Por muchos impactos que acumule, por muy cruel que sea la batalla, por muy dura que se ponga la vida.
Una coraza que me permita seguir leyendo cuando suba al Metro esa mujer que cojea con un vaso siempre vacío entre las manos, y sus dos hijos pequeños brillando en los ojos. Una coraza con una rejilla tan fina que no me deje ver cómo tiritan los dedos del abuelo que toca Hey Jude en la esquina de la calle que sube hacia Callao. Con un casco muy grueso que aplaque sus notas. Mucho más agudas de lo que fueron escritas. Mucho más tristes.
Una coraza desde la que dejar de soñar que algún día me sentaré al lado del chico del violín y le diré me gustas. Y que él seguirá tocando y no desaparecerá nunca. Y que Moncloa se inundará de la Sinfonía del Nuevo Mundo. De Dvorak.
Una coraza para cuando hago algo mal y me regañan, para que cuando las lágrimas reboten y me calen por dentro no se vea desde fuera, para que de mis ojos cerrados y mis orejas agachadas y mis dientes apretados sólo salga indiferencia. Para que cuando leo las noticias, veo la tele o salgo a la calle, la rabia se acumule dentro y sólo salga un miserable así es la vida. O nada. Mucho mejor. Que sólo sea capaz de producir silencio.
Sera una coraza difícil de cargar, lo sé. Pero he empezado a trabajar en ella.Y me queda poco, ya casi puedo notarla. Pesando fría y fea sobre mis hombros.
2 comentarios:
¿y yo que te digo ahora?sigue viviendo y estudiando y teniendo amigos pero sobre todo sigue escribiendo,por favor.
Hay que sufrir mucho para necesitar una coraza así. O tal vez sentir demasiado. Igual la vida nos va endureciendo por dentro y llega un momento en que las corazas ya no tienen que estar fuera. ¡Cuesta tanto trabajarlas! Las corazas internas no son tan grises, no son ni corazas. Son piedrecitas de colores, como las que a veces hay en las playas, que depuran solo las cosas que duelen demasiado. Las corazas externas no depuran ni filtran, solo rebotan. Y tú no quieres eso. Seguro.
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