De hecho, no. Me han dicho que te has ido. Sin avisar. Sin despedirte. Sin preguntar si estamos de acuerdo o no. Sin piedad ninguna.
Te has ido y ya. Te has ido y está bien. Porque es lo que tiene que hacer la gente libre. Irse. Y me alegra que seas libre.
Pero podrías haber avisado. Haber mandado un correo, dejar una nota, no sé, poner un aviso en el periódico. "Oid, personas que me queréis, me voy". No te costaba nada, es menos de una línea.
En fin. Habría querido que me vieras con el pelo corto. Que pensarás que he crecido. Que te alegraras de mí, igual que yo hoy me alegro de ti, aunque te vayas. Que comprendieras que tienes el superpoder más mágico del mundo. Que vieras que has conseguido que pensemos. Habría estado bien haber podido darte las gracias. Por el libro que me dejaste, por el punto y medio que me subiste, por sonreír tan poco, por reír tan gracioso. Por querer cambiar el mundo. Hubiera estado bien decirte adiós.
O, bueno, no. Quizás eso no. Creo que no me hubiera gustado nada decirte adiós. La verdad es que lo que me hubiera gustado es seguir pensando que estarás siempre. Es más fácil vivir si sabes que no es necesario decirle a la gente que quieres que les quieres. Es bastante más sencillo.
Pero si hubiera sabido que tendría que hacerlo, me hubiera gustado haber podido.
De todas formas, da igual.
No estás ya. Me lo han dicho. Y además me lo creo. Porque tenías ganas de irte. Pero podrías haber avisado. Porque tenía un abrazo para ti. Guardado desde hace tiempo, esperando el momento adecuado. El momento adecuado, que es una de esas cosas que nunca vienen, pero siempre se van.
Como tú. Que te has ido. Y a ver qué hago yo ahora con un abrazo en el bolsillo.
Con lo que pesan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario