No es el miedo quien arrasa nuestros cultivos y devora nuestro ganado. No es el que incendia nuestras casas y seca nuestros lagos. Qué va.
No saber.
Eso es lo que nos atraviesa y nos come por dentro.
Lo que nos destruye no es el miedo, sino la certeza de la ignorancia. Saber que no sabemos. Sócrates debía tiritar de pánico mientras susurraba que era consciente de que no tenía ni idea. De nada.
Porque lo que nos paraliza es no estar preparados. No saber a qué nos enfrentamos. No ver más allá de nuestros pequeños pies, no poder caminar si quiera por miedo a caer en el próximo precipicio.
Nos invade la niebla, y nos elimina.
Nos absorbe y nos anula.
Nos asfixia.
Porque lo que aterra no es naufragar, si no ver acercarse las nubes y no saber si esta vez pasarán de largo. O no.
Porque lo que da miedo no es el miedo, si no su sombra.
Larga, gris y fría.
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