Somos ridículos, pequeños, estúpidos, nimios y diminutos.
Absolutamente cero.
Y sin embargo. Y sin embargo estamos vivos.
Estamos vivos y está ocurriendo ahora.
Somos nada porque eso es precisamente lo que nos hace infinitos. El no ser más que lo que somos para otros, el no poseer más que un puñado de recuerdos felices, el estar vivos y ahora.
Somos resquicios de quizás y ojalá que se cruzan constantemente unos con otros.
Que se miran y se sonríen, que discuten, que gritan y que lloran a carcajadas.
Durante un brevísimo instante de tiempo.
Somos tan intranscendentes que sólo podemos serlo todo.
El otro día estábamos esperando a la profesora de estadística. Cuando la vimos llegar alguien dijo "Hey, teacher". Marco y yo canturreamos a la vez "Hey! Teacher, leave us kids alone". Y después nos aguantamos la risa. Y después no.
Y reímos a carcajadas en medio del pasillo. Por semejante tontería.
Ý ahora hace veinte minutos que él ha dejado Sofia. Y eso. Que no somos absolutamente nada.
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