-Sí - sonrió ella
-Me gusta porque es intocable. Nada puede hacerle daño a la Luna. Nada. Está apartada de todo y de todos. Y por eso es inmortal. Es inmensamente superior a la Tierra. Y sin embargo, Abril -Saúl giró levemente la cabeza para comprobar que seguía despierta- la Luna gira alrededor de nosotros.
¿Te das cuenta? Es nuestra.
¿Te das cuenta? Es nuestra.
Abril apoyó la cabeza en el respaldo y suspiró. No dijo nada porque no pensó que tuviera que hacerlo. Pensó que no hacer nada era mejor que cualquier cosa que pudiera hacer.
-Y me gusta porque me da seguridad. Me da seguridad porque me sigue cuando voy en coche. Me espera cuando madrugo y me da las buenas noches cuando me acuesto. Y porque puedo verla desde cualquier balcón de la Tierra. Sobre todo porque puedo verla desde mi casa. Porque sé que está ahí siempre. Siempre. Creo que amo la Luna.
Abril sonrió entrecerrando los ojos.
-A mí también me gusta la Luna. Porque sé que me escucha cuando le cuento cosas, y sé que sopla conmigo cuando le pido futuro. Y porque, sobre todo y especialmente, porque es muy rara.
-Como tú - pensó Saúl. Pero no dijo nada. Pensó que no decir nada era mejor que cualquier cosa que pudiera decir y continuó conduciendo en silencio. Con la mirada fija en esa luna mordida que les seguía siempre unos pasos por detrás. Abril acabó por dormirse, con un brazo colgando fuera del coche y el viento en los párpados.
Y horas después, empezó a salir el sol, cuando aún no se había escondido la Luna. Y Saúl aparcó al borde de la Tierra, y Abril lloró frente al mar por primera vez.
Abril sonrió entrecerrando los ojos.
-A mí también me gusta la Luna. Porque sé que me escucha cuando le cuento cosas, y sé que sopla conmigo cuando le pido futuro. Y porque, sobre todo y especialmente, porque es muy rara.
-Como tú - pensó Saúl. Pero no dijo nada. Pensó que no decir nada era mejor que cualquier cosa que pudiera decir y continuó conduciendo en silencio. Con la mirada fija en esa luna mordida que les seguía siempre unos pasos por detrás. Abril acabó por dormirse, con un brazo colgando fuera del coche y el viento en los párpados.
Y horas después, empezó a salir el sol, cuando aún no se había escondido la Luna. Y Saúl aparcó al borde de la Tierra, y Abril lloró frente al mar por primera vez.
i sentir-nos reis d'un món que ara se'ns escapa.
y sentirnos reyes de un mundo que ahora se nos escapa
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