jueves, 20 de junio de 2013

El rocanrol de los idiotas - Joaquín Sabina

Yo quería decirle me encantan todas tus canciones. Todas menos "Eh, Sabina", esa la odio porque no me gusta que fumes y te drogues. Quería decirle es precioso que regales la llave de tu casa a todos tus amigos. Me encanta Jimena. Cuídala. Ojala se cumpla todo lo que deseas en "Noches de boda" ¿De verdad Carmela es tan adolescente quejica como cantas? Desde que te juntas con Serrat, te estás volviendo aburrido. Quería explicarle que, a veces, lloro un poco cuando escucho "Que se llama Soledad". Decirle te admiro. Estás muy flaco. Cuídate. Podrías haber avisado, que casi no vengo. Tengo una frase tuya escrita en la mesa. Dice "y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido". Es bonita y triste y alegre a la vez. Gracias por hacerme conocer a Chavela. Y a Krahe. Y a Fito Paez. Decirle "A la orilla de la chimenea" es la segunda canción más preciosa del mundo. La primera la tiene Quique González. Pero no te preocupes, tú eres más grande. Eres gigante. No mueras nunca, por favor.

Yo quería decirle todo eso. Y sonreír y que sonriera. Y quería ¿por qué no? ver algún día algo escrito sobre mí y firmado por Joaquín Sabina.

Así que compré el más barato de sus libros y me puse a la cola.

Cuarto de hora después, estaba delante de unas gafas de sol marrones, un sombrero de paja, un cigarro, un polo marrón y un wisky on the rocks. Debajo de todo eso, el Flaco. Fue entonces cuando descubrí que no iba a ser capaz de decirle nada de lo que quería decirle. Pensé ojalá sea capaz de decirle mi nombre.

-Hola -este es el señor Sabina, que aunque sea Dios, saluda como todos los señores.
-Hola -esta soy yo muy concentrada en sonar tranquila y acostumbrada a saludar a mis ídolos.
-¿Cómo te llamas? - coge el libro y lo abre, prepara el boli, fuma.

Silencio. Organizo lo que quiero decir hasta que formo una frase casi coherente.

-MarinaeresgrandeJoaquín -eso le dije, muy bajito, y después respiré.

Y después me sentí idiota, para qué os lo voy a negar, a estas alturas.
Entonces él levantó la vista y me miró.
Y dijo:

-Marinas hay pocas, pero buenas.

Y sonrió, y sonreí. Firmó. Y yo dije gracias, y me fui.
Y volví levitando a casa.


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