Antes de correr, era una chica que caminaba por la calle, tranquila, despacio, acariciando con la punta de los dedos la pared que pasaba a su izquierda, sonriendo sin querer, disfrutando del día que había decidido vivir.
Pero de pronto, corre. Corre esquivando peatones y cruzando semáforos en rojo. Corre sin mirar hacia donde corre, sin buscar nada. Sin huír de nada. Corre y no para. Normalmente la gente corre para huír de algo o para alcanzarlo. Corremos desde algo o hacia algo. Pero ella no. Ella simplemente avanza.
Corre como si no fuera a detenerse nunca.
Saúl la observa desde la ventana mientras escucha como su corazón se acompasa al de la chica que corre. Ha presenciado todo el proceso y ahora la ve correr con tantas ganas, derrochando tanto oxígeno, brillando con tanta fuerza, que no puede evitar desear alcanzarla.
Correr con ella y descubrir la ciudad a su paso. Subir cuestas al ritmo de sus pies, bajarlas dejando que el corazón se desboque y el pecho llore de emoción. Atravesar el mundo. Y no cansarse nunca.
Pero no lo hace. ¿Cómo va a hacerlo? No. Apoya la cabeza en el marco de la ventana y cuelga la mirada en ese punto inexacto del horizonte en el que la ciudad acaba y el universo comienza.
Y espera paciente a que la chica que corre desaparezca en su avance hacia el infinito. Escuchando correr a su corazón, que sueña que vuela.
4 comentarios:
¡Como entiendo a Saúl !.
¡Y qué lejos esta siempre la chica que corre!
y como siempre ,gracias por describirlo tan bien.
guau! me has dejado sin palabras!
Solamente quien lo ha probado sabe que se siente.....quien pregunta por que lo haces....aunque se lo cuentes.....si no lo intenta....nunca lo entendera....la libertad al alcance de tu mano...
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