Pero nos afinamos continuamente. Si hay personas, lugares y canciones que te desafinan, que te rompen por dentro, que hacen que tu corazón suene tímido, triste y cansado, también las habrá que te afinen. Que logren que suenes feliz, rítmico y en un tono mayor brillante. Seguro.
Yo ayer fui a hacerme un electrocardiograma. Un electrocardiograma suena muy feo pero es precioso. Es escribir el sonido de tu corazón en una partitura. Es hasta romántico. Te llenan el pecho de pegatinas y cables, pulsan el on, y hacen magia. Y tu corazón empieza a sonar en toda la sala. Y mientras el médico escucha atento buscando cosas de médicos que poder medir y contar, tú escuchas como suenas, por primera vez en tu vida. Y al acabar, te regalan la partitura. La partitura de ti. De tu música.
¿No es precioso? ¿No quieres uno? Yo ya tengo dos.
No te voy a decir cómo sueno, pero te diré una cosa. Lo más fantástico de todo. Lo increíble. Lo mágico.
Mis dos partituras no sonaban igual. No se parecían en nada, ni en el ritmo, ni en el tono, ni en la letra. Nada. Somos música, pero no siempre la misma. Nunca sonamos igual, porque nunca somos los mismos.Imagina la cantidad de música que hemos perdido a lo largo de nuestra vida. Música que lleva años sonando silenciosamente, sin parar. Porque si tú música para, mueres. Y nosotros sin saberlo.
Busca eso que te afina, encuéntralo y afínate. Y después escucha tu corazón, pero el de verdad. El que lleva latiendo por ti toda tu vida, el que nunca nunca se ha parado a descansar, escúchale un poquito, que desde siempre trabajando para ti. Escúchate. ¿Verdad que somos música? ¿Verdad que sonamos precioso? ¿Verdad que estamos vivos?
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